De manera periódica acuden a nuestra clínica deportistas y no deportistas con una “torcedura de tobillo”, hasta aquí todo es bastante sencillo, en nuestra cabeza empiezan a salir preguntas, razonamientos, pruebas funcionales, test, y un sinfín de técnicas “podría hacer cyriax en el ligamento afectado”, “quizás un AP de Maitland en el astrágalo”, “vendaje de Mulligan”, “tendrá puntos gatillo en los peroneos”…
El problema viene cuándo al terminar la sesión, ese mismo paciente te pregunta “¿y para otra vez, es bueno ponerse hielo?, ¿cuándo me lo pongo?, ¿el pie en alto no?, ¿mejor estoy sin pisar unos días y luego pruebo?